domingo, 20 de julio de 2014

Padre Pio - MicroBiografia





El Padre Pío de Pietrelcina, Francesco Forgione, nombre atribuido a San Francisco de Asís, al cual sus padres encomendaron protección, nació en Pietrelcina, un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, Italia el 25 de mayo de 1887, sus padres Grazio Forgione y Maria Giuseppa Di Nunzio, ambos agricultores, de origines humildes. La familia Forgione vivía en el sector más pobre de Pietrelcina, pero como el mismo diría posteriormente, nunca careció  de nada.
Fue entregado a la religión desde sus primeros años de vida, con tan solo cinco años de edad tuvo una aparición del Sagrado Corazón de Jesús. Callado, diferente y tímido,  a tan corta edad ya mostraba signos de una profunda espiritualidad. Era piadoso, permanecía largas horas en la iglesia después de Misa.


Sus primeros estudios se llevaron acabo bajo la custodia de granjeros de la zona, siendo su mayor ambición que los miembros de la comunidad aprendieran a leer y en el mejor de los casos a escribir, su madre atendiendo el deseo de su hijo por el estudio religioso encomendo su eduación al maestro Angelo Cavacco. A los quince años de edad Francesco Forgione se encontraba listo para ingresar al Seminario convirtiendose en Fraile Capuccino. Ingresó con la Orden Franciscana de Morcone el 3 de enero de 1902. Quince días después de su entrada, el día 22 de enero de 1902, Francisco recibió el hábito franciscano que está hecho en forma de una cruz y percibió que desde ese momento su vida estaría "crucificada en Cristo", tomó además, por nombre religioso, Fray Pío de Pietrelcina en honor a San Pío V.


El 10 de agosto de 1910, Padre Pío es ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, Italia. La tarde de aquel día, escribe esta oración: "Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta". El día de su ordenación, su padre se encontraba en América, pero su madre, su hermano Miguel y su esposa, y sus tres hermanas le acompañaron en ese día tan especial. Al finalizar la Santa Misa, su madre y sus hermanos se acercaron a la baranda para recibir su primera bendición. Su madre no podía contener sus lágrimas, tanto de la emoción como del dolor de pensar en la ausencia de su esposo, cuyo sacrificio había hecho posible la ordenación de su hijo.


Durante siete años por motivos de su deplorable estado de salud, el Padre Pío permaneció fuera del Convento, en Pietrelcina. Naturalmente, esta vida estaba en contraste con la regla franciscana y algunos hermanos frailes se quejaron de esto. Fue entonces cuando el Superior General de la Orden pidió a la Sagrada Congregación de los Religiosos la exclaustración del Padre Pío. Fue un golpe muy duro para él y en un éxtasis se quejó a San Francisco de Asís. La Congregación de los Religiosos no escuchó la solicitud del Superior General y concedió que el Padre Pío siguiera viviendo fuera del convento, hasta que estuviera completamente restablecida su salud.
El día 17 de febrero de 1916, el Padre Pío salió de Pietrelcina rumbo a Foggia, donde los superiores lo llamaron para dar un servicio espiritual, regresando asi a la vida monástica. Realizó su Primera visita a San Giovanni Rotondo El día 28 de julio de 1916, el Padre Pío llega a San Giovanni Rotondo por primera vez. San Giovanni Rotondo era en ese entonces una pequeña villa en la península del Gargano, rodeada por casas muy pobres, sin luz, sin agua potable ni cañería, sin caminos pavimentados y sin formas de comunicación modernos, muy parecido a la forma de vida en las villas pequeñas de aquel entonces. El monasterio se encontraba a unos dos kilómetros del pueblo y para llegar a este, era necesario ir en mula. El monasterio contaba con una pequeña y rústica Iglesia de Nuestra Señora de la Gracia del siglo XIV, regresando permanentemente día 4 de septiembre de 1916. En los designios del Señor, lo que en un inicio se pensó sería temporal, duró 52 años, hasta la muerte del Padre.

El Padre Pío tuvo su experiencia militar durante la Primera Guerra Mundial, en la que fue llamado a las filas militares tres veces, en las  que regresó después de un corto período por motivos de salud. La última vez que fue llamado, su salud desmejoró tanto, que los mismos médicos le dieron de baja para "permitirle morir en paz en su hogar". El Padre fue dado de baja de las filas militares con papeles que atestiguaban su buena conducta, su honor y fidelidad a la patria, aunque se salvó de haber confrontado cargos de deserción por no presentarse a una cita, a causa de un error del cartero de San Giovanni Rotondo. Este no sabía que Francisco Forgione y el Padre Pío eran la misma persona y por ello no supo a quién darle la cita.


El 5 de agosto de 1918 el Padre Pío recibio una Transverberación del corazón. En gran simplicidad, el Padre le narró a su director espiritual lo sucedido: "Yo estaba escuchando las confesiones de los jóvenes la noche del 5 de agosto cuando, de repente, me asusté grandemente al ver con los ojos de mi mente a un visitante celestial que se apareció frente a mí. En su mano llevaba algo que parecía como una lanza larga de hierro, con una punta muy aguda. Parecía que salía fuego de la punta. Vi a la persona hundir la lanza violentamente en mi alma. Apenas pude quejarme y sentí como que me moría. Le dije al muchacho que saliera del confesionario, porque me sentía muy enfermo y no tenía fuerzas para continuar. Este martirio duró sin interrupción hasta la mañana del 7 de agosto. Desde ese día siento una gran aflicción y una herida en mi alma que está siempre abierta y me causa agonía". Un mes más tarde el Padre Pío recibe las señas, ahora visibles, de la Pasión de Cristo. Los estigmas del Padre Pío eran heridas profundas en el centro de las manos, de los pies y el costado izquierdo. Tenía manos y pies literalmente traspasados y le salía sangre viva de ambos lados, haciendo del Padre Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia (San Francisco Asís no era sacerdote). El provincial de los Capuchinos de Foggia invitó al Profesor Romanelli, médico y director de un prestigioso hospital, para que estudiara el caso y diera su parecer. El Doctor Romanelli no tuvo la menor duda del carácter sobrenatural del fenómeno. Poco después la Curia Generalicia de los Capuchinos en Roma envió a San Giovanni Rotondo a otro especialista, el profesor Jorge Festa. Sus conclusiones fueron que "los estigmas del Padre Pío tenían un origen que los conocimientos científicos estaban muy lejos de explicar. La razón de su existencia está mas allá de la ciencia humana". La noticia de que el Padre Pío tenía los estigmas se extendió rápidamente. Muy pronto miles de personas acudían a San Giovanni Rotondo para verle, besarle sus manos, confesarse con él y asistir a sus Misas.


Después de minuciosas investigaciones, la Santa Sede quiso intervenir directamente. En aquel entonces era una gran celebridad en materia de psicología experimental, el Padre Agustín Gimelli, franciscano, doctor en medicina, fundador de la Universidad Católica de Milán y gran amigo del Papa Pío XI. El Padre Gimelli fue a visitar al Padre Pío, pero como no llevaba permiso escrito para examinar sus llagas, este rehusó a mostrárselas. El Padre Gimelli se fue de San Giovanni con la idea de que los estigmas eran falsos, de naturaleza neurótica y publicó su pensamiento en un artículo publicado en una revista muy popular. El Santo Oficio se valió de la opinión de este gran psicólogo e hizo público un decreto el cual declaraba la poca constancia de la sobrenaturalidad de los hechos. En los años siguientes hubo otros tres decretos y el último fue condenatorio, prohibiendo las visitas al Padre Pío o mantener alguna relación con él, incluso epistolar. Como consecuencia, el Padre Pío pasó 10 años -de 1923 a 1933- aislado completamente del mundo exterior, entre la paredes de su celda. Durante estos años no solo sufría los dolores de la Pasión del Señor en su cuerpo, también sentía en su alma el dolor del aislamiento y el peso de la sospecha. Su humildad, obediencia y caridad no se desmintieron nunca.


La tarde del 9 de enero de 1940, el Padre Pío reunió a tres de sus grandes amigos espirituales y les propuso un proyecto al cual él mismo se refirió como "su obra más grande aquí en la tierra": la fundación de un hospital que habría de llamarse "Casa Alivio del Sufrimiento". El Padre sacó una moneda de oro de su bolsillo que había recibido en una ocasión como regalo y dijo: "Esta es la primera piedra". El 5 de mayo de 1956 se inauguró el hospital con la bendición del cardenal Lercaro y un inspirado discurso del Papa Pío XII. La finalidad del hospital es curar al enfermo tanto espiritual como físicamente: la fe y la ciencia, la mística y la medicina, todos de acuerdo para auxiliar la persona entera del enfermo: cuerpo y alma.


 Desde 1959 se inicio lo que muchos biógrafos nombran la “segunda prueba” periodo que consistio en la persecución del Padre Pío, periódicos y semanarios empezaron a publicar artículos y reportajes en contra de la "Casa Alivio del Sufrimiento". Para quitar al Padre los donativos que le llegaban de todas partes del mundo para el sostenimiento de la Casa, sus enemigos envidiosos planearon una serie de documentaciones falsas y hasta llegaron, sacrílegamente, a colocar micrófonos en su confesionario para sorprenderlo en error. Algunas oficinas de la Curia Romana condujeron investigaciones, le quitaron la administración de la Casa Alivio del Sufrimiento y sus Grupos de Oración fueron dejados en el abandono. A los fieles se les recomendó no asistir a sus Misas ni confesarse con él. El Padre Pío sufrió mucho a causa de esta última persecución que duró hasta su muerte, pero su fidelidad y amor intenso hacia la Santa Madre Iglesia fue firme y constante. En medio del dolor que este sufrimiento le causaba, solía decir: "Dulce es la mano de la Iglesia también cuando golpea, porque es la mano de una madre".
Tres días después de murmurar por largas horas "¡Jesús, María!", muere el Padre Pío, el 23 de septiembre de 1968. Los que estaban presentes quedaron largo tiempo en silencio y en oración.  Después estalló un largo e irrefrenable llanto.



El día 16 de junio del 2002, su Santidad Juan Pablo II canonizó al Beato Padre Pío. Es el primer sacerdote canonizado que ha recibido los estigmas de Jesucristo.







Adolescencia según el profesor Friedman



Richard  A. Friedman, Profesor de Psiquiatría Clínica y director de la clínica de psicofarmacología del “Well Cornell Medical College”, en EUA, se pregunta, en un luminoso artículo de NYT del 14-6-2014,  “Why Teenagers Act Crazy”…

Allí, el profesor  analiza  que la ADOLESCENCIA es prácticamente en nuestra cultura, un conjunto de formas de comportamiento riesgoso, y extravagantes y  de drama emocional.
Hasta recientemente, la explicación de tal “angst” era del tipo psicológico. Desde el punto de vista del desarrollo, se ha comprobado que los denominados “teeanagers” enfrentan un número importante de cambios emocionales, como por ejemplo el comienzo de la separación de sus padres, el ser aceptados por los grupos de amigos, y del figurarse qué son en realidad.  No es necesario ser un psicoanalista para  entender que se trata de transiciones que provocan ansiedad. Sin embargo, hay un lado oscuro de la adolescencia que, hasta ahora, fue muy pobremente comprendido:  el surgimiento en la adolescencia de la ansiedad y  el temor.  En gran parte debido a la singularidad del desarrollo cerebral, los adolescentes, en promedio, experimentan más ansiedad y temor, y tardan  un mayor tiempo para aprender  como no  sufrir temor que la condición de niños o de adultos.
Diferentes regiones y circuitos del cerebro “maduran” a muy diferentes velocidades. Se sabe, por ejemplo, que los circuitos cerebrales que “procesan” el miedo - la amígdala-   es de precoz actividad, con un desarrollo muy anterior  al de la corteza prefrontal, el sitio del razonamiento y del control ejecutivo, lo cual significa que el cerebro del adolescente  posee una capacidad alta para el “temor” y la “ansiedad”, aunque está relativamente “subdesarrollado” para la “calma” y el “razonamiento”.  Uno se puede preguntar, si los adolescentes tiene una elevada capacidad para la ansiedad, son “buscadores” de novedades, y de “riesgos”, dos “marcadores” poco estables y extraños a veces.    La respuesta reside en que el “centro de gratificación” cerebral, como su circuito para el temor, madura más tempranamente  que la corteza prefrontal.  Dicho centro conduce a los adolescentes hacia las conductas de experimentar riesgos. Esta paradoja conductual también explica el por qué los adolescentes son particularmente propensos a las lesiones y  a los traumas.  Los tres  disparadores principales  de muerte en la adolescencia son los accidentes, el homicidio y el suicidio. Por tanto, en la ansiedad  estaría la clave del por qué los adolescentes no responden bien  a la psicoterapia, que celosamente es prescrita contra el miedo, en el contexto de la denominada terapia cognitivia del comportamiento.  Por tanto, hay que pensarlo dos veces, al enfrentar el uso elevado de “estimulantes” por los jóvenes, porque estas drogas empeoran la ansiedad del adolescente.
Por supuesto, la mayoría de los adolescentes no experimentan desórdenes de ansiedad, y sí  adquieren las destrezas para “modular” sus miedos en la medida que su corteza prefronatal madura en la etapa adulta de la juventud, alrededor de los 25 años.  Sin embargo, un 20% de los adolescentes en EUA experimentan el tipo de diagnóstico de “desorden de ansiedad”, tal como la ansiedad generalizada o los “ataques de pánico”, como resultado probable de una mezcla de  factores genéticos y de influencias ambientales.  La prevalencia de los desórdenes  de ansiedad  y de comportamiento riesgoso (expresión de la disfunción cerebral del desarrollo), ha estado relativamente estable, lo que sugiere que la contribución biológica es de alta significación.

A CONTINUACIÓN SE OFRECE EL  FINAL DEL TEXTO ORIGINAL EN LENGUA INGLESA DEL PROFESOR FRIEDMAN:
“…One of my patients, a 32-year-old man, recalled feeling anxious in social gatherings as a teenager. “It was viscerally unpleasant and I felt as if I couldn’t even speak the same language as other people in the room,” he said.” It wasn’t that he disliked human company; rather, socializing in groups felt dangerous, even though intellectually he knew that wasn’t the case. He developed a strategy early on to deal with his discomfort: alcohol. When he drank, he felt relaxed and able to engage. Now treated and sober for several years, he still has a trace of social anxiety and still wishes for a drink in anticipation of socializing.
Of course, we all experience anxiety. Among other things, it’s a normal emotional response to threatening situations. The hallmark of an anxiety disorder is the persistence of anxiety that causes intense distress and interferes with functioning even in safe settings, long after any threat has receded.
We’ve recently learned that adolescents show heightened fear responses and have difficulty learning how not to be afraid. In one study using brain M.R.I., researchers at Weill Cornell Medical College and Stanford University found that when adolescents were shown fearful faces, they had exaggerated responses in the amygdala compared with children and adults.
The amygdala is a region buried deep beneath the cortex that is critical in evaluating and responding to fear. It sends and receives connections to our prefrontal cortex alerting us to danger even before we have had time to really think about it. Think of that split-second adrenaline surge when you see what appears to be a snake out on a hike in the woods. That instantaneous fear is your amygdala in action. Then you circle back, take another look and this time your prefrontal cortex tells you it was just a harmless stick.
Thus, the fear circuit is a two-way street. While we have limited control over the fear alarm from our amygdala, our prefrontal cortex can effectively exert top-down control, giving us the ability to more accurately assess the risk in our environment. Because the prefrontal cortex is one of the last brain regions to mature, adolescents have far less ability to modulate emotions.
Fear learning lies at the heart of anxiety and anxiety disorders. This primitive form of learning allows us to form associations between events and specific cues and environments that may predict danger. Way back on the savanna, for example, we would have learned that the rustle in the grass or the sudden flight of birds might signal a predator — and taken the cue and run to safety. Without the ability to identify such danger signals, we would have been lunch long ago.
But once previously threatening cues or situations become safe, we have to be able to re-evaluate them and suppress our learned fear associations. People with anxiety disorders have trouble doing this and experience persistent fear in the absence of threat — better known as anxiety.
Another patient I saw in consultation recently, a 23-year-old woman, described how she became anxious when she was younger after seeing a commercial about asthma. “It made me incredibly worried for no reason, and I had a panic attack soon after seeing it,” she said. As an older teenager, she became worried about getting too close to homeless people and would hold her breath when near them, knowing that “this was crazy and made no sense.”

B. J. Casey, a professor of psychology and the director of the Sackler Institute at Weill Cornell Medical College, has studied fear learning in a group of children, adolescents and adults. Subjects were shown a colored square at the same time that they were exposed to an aversive noise. The colored square, previously a neutral stimulus, became associated with an unpleasant sound and elicited a fear response similar to that elicited by the sound. What Dr. Casey and her colleagues found was that there were no differences between the subjects in the acquisition of fear conditioning…”